Celia Escudero, una actriz murciana que merece ser recordada

La vida de una mujer que rompió las barreras sociales buscando la libertad

Rosa Campos Gómez

Porque Celia Escudero nos toca de cerca, es buena fecha recordarla también cuando nos llega marzo, y con él las diversas actividades en torno al ‘Día Internacional de la Mujer’, celebración que sigue siendo necesaria porque pone luz en todo el trabajo que las mujeres van desarrollando para que sea visible, además de posible, su participación en la sociedad en pie de igualdad con el hombre en cuanto a derechos y responsabilidades.

Celia Escudero Avilés nació en Cartagena el 1 febrero de 1906 -algunos textos indican 1908-. Fue una actriz relevante en los últimos años del cine mudo en España, cuya historia no es ajena a muchas de las vividas por mujeres que no cumplían las características que la sociedad imponía, cuyo contenido podría articular el guion de un film con todos los rasgos característicos de un drama con parangón a los que ella interpretó.

En su época, los críticos la equiparaban a Greta Garbo y la citaban como “vampiresa del cine español”, también era conocida como “la Bejarana” -por su interpretación en la película comentada más adelante-. Poseía potente temperamento y persuasiva expresión artística.

Familia y trabajo

Tenía los mismos apellidos que su madre, Juana Escudero Avilés. La razón de esta coincidencia no era otra que la de haber sido registrada como hija de quienes en realidad eran sus abuelos maternos.

Juana se casó con un hombre que la dejó embarazada a los 14 años, él, 10 años mayor, pronto demostró un comportamiento nefasto y ella decidió separarse. La inexistencia del divorcio entonces le impidió contraer matrimonio en un futuro, pero no mantener relaciones ni vivir en pareja con otros hombres con los que tuvo más descendencia, además de su primera hija, que vivió con ella, y que murió de bronquitis a los 14 años. Solo le vivieron tres hijas: Irene -de padre cuyo nombre desconocemos-; Celia -hija de José Calderón Jorquera, abogado y político liberal, quien figurará como su padrino en el registro del bautizo y dejó una cantidad económica en herencia tanto a ella como a su hermana Irene-; y Caridad -hija de un inspector jefe de policía en Cartagena con quien convive hasta 1921 en que él es destinado a Barcelona-.  Juana, por entonces, había abierto un taller en la cartagenera calle Cuatro Santos donde trabajaba como modista y diseñadora de ropa.

En busca de mejor prosperidad parten hacia la capital la madre y sus tres hijas, “con 18 años, en 1923, ya vive en Madrid, con su madre y sus hermanas Irene, modelo, y Caridad, vendiendo telas y ropa”. Allí, en la calle Princesa, montaron una tienda de moda donde ellas serán modistas, modelos y diseñadoras. Celia diría en una de las entrevistas que le hicieron cuando ya era actriz reconocida: “Desde muy pequeña, desde que tuve uso de razón me sentí atraída por el cinematógrafo, encerrada, aprisionada día y noche en un colegio de monjas solo vivía para asistir a las proyecciones de las películas que se podían visionar en las salas de cine de Cartagena, concluida mi educación junto a mi hermana nos trasladamos a Madrid y montamos un negocio de moda. Hermosos y caros vestidos para damas del mundo elegante. Y ganábamos bastante dinero, no vaya a creerse. Cuando yo entré en el cinema, mi hermana siguió sola al frente del establecimiento”. (Datos extraídos de La actriz cartagenera Celia Escudero 1906-2009, Ricardo Montes Bernárdez, en La mujer a lo largo de la historia en la Región de Murcia).

Tiempo de cine

Probablemente fue la amistad de Celia Escudero con la escritora Margarita Ferrera Lorenzo, quien mantenía una relación con el infante Fernando de Baviera -nieto de Alfonso XII-, lo que le abrió con más rapidez las puertas de gente vinculada al, por entonces silente, séptimo arte. Su presencia física y su sensibilidad artística cautivaron pronto a los directores con quienes interpretó principales papeles en importantes películas de la época, viajando para rodar en los escenarios requeridos, y descartando viajar a Hollywood en busca de una mayor proyección.

Llegó a ser una de las actrices más importantes del cine mudo, con títulos como Diego Corrientes (José Romeu, 1924); rodada en Ronda; El Abuelo (José Buchs, 1925), primera de las cuatro adaptaciones cinematográficas que se han hecho de la novela homónima de Benito Pérez Galdós, con escenarios en Santander y Madrid; y  La Bejarana (Eusebio Fernández Ardavín, 1926), basada en la zarzuela del mismo nombre, escrita por el hermano del director Luis Fernández Ardavín -con música compuesta por los maestros E. Serrano y F. Alonso-, en la que otro actor murciano, José Nieto, trabajaba junto a Celia, interpretando ambos a los personajes protagonistas. Esta película se rodó en parajes de Béjar, Salamanca, Candelario, La Alberca, Valdesangil, Las Batuecas, Terrones y Peña de Francia, y ha sido restaurada y llevada una copia a Béjar, donde se volvió a proyectar en 2002 con la categoría del gran acervo cultural que representa para el pueblo bejarano, acto al que acudieron como invitados familiares de Celia Escudero y de los hermanos Fernández Ardavín. Asimismo, con Agustín García Carrasco interpretó La sirena del Cantábrico (1926) -también con José Nieto como compañero protagonista- y Los Hijos del trabajo (1927); trabajó con León Artola en El suceso de anoche (1929); rodó tres largometrajes: El tren, o La pastora que supo amar (1927), El gordo de Navidad (1929) y ¡Viva Madrid, que es mi pueblo! (1930) con Fernando Delgado de Lara; interpretó a La Libertad en Fermín Galán (1931), dirigida por Fernando Roldán, una de las primeras películas sonorizadas -según algunas fuentes- en España, muy distribuida en diferentes regiones e incluso en Argentina y Chile, pero de la que no se ha conseguido encontrar ninguna copia; y en El sabor de la gloria (Fernando Roldán, 1932) actuó junto al cantaor Angelillo. Su última película fue El niño de las monjas (José Buchs, 1935), ya totalmente integrado el cine sonoro.

Empieza la guerra y termina su carrera artística

Después de la última película -para ella la segunda rodada bajo la dirección de J. Busch-, Celia Escudero no trabajó más en el cine, el golpe de Estado de 1936 lo trastocó todo.

Aunque mantuvo alguna relación con José Nieto y el torero Marcial Lalanda, el hombre al que amó y eligió para compartir su vida fue el industrial Enrique Flores López, con quien se casó al empezar la Guerra Civil, oficiada la ceremonia por el embajador de Panamá en España, en cuya embajada en Madrid se habían refugiado. Después partieron hacia Valencia, llegaron a Marsella y, posteriormente, volvieron a tierra española. Convivieron 17 años, hasta el fallecimiento de Enrique. En la primavera siguiente (abril, 1954), Celia decide ingresar en un convento de monjas de clausura en Navarra, donde, por enfermedad, estará solo un año, poco después, ya trasladada a Palencia, dejará los hábitos y trabajará como oficinista. En 1965 se va a Málaga para cuidar a su madre, donde estará hasta 1968, año en que Juana fallece.

De la Fundación Enrique Plores López -instituida en Madrid en 1956-, para la investigación y el beneficio de las personas con problemas pulmonares, Celia Escudero pasó a recibir desde 1978 una pensión vitalicia de 36.000 pesetas anuales -dato registrado en el BOE de ese año-. Murió en “Estepona el 16 de octubre de 2009, con 103 años. Había sido cuidada sus últimos años en Málaga, por la hija de su hermana Caridad, su sobrina María Eugenia Morales Escudero.” (R. Montes).

Celia Escudero fue una actriz que legó un fecundo trabajo en la interpretación durante los 11 años que dedicó al cine, protagonizando películas en las que representó a diferentes personajes femeninos. De ella dijo Mateo Santos que “llegó a ser una estrella de las más atrayentes de la pantalla hispana”. Tuvo belleza, pero sobre todo talento y carácter, porque no era fácil romper con los roles destinados a las mujeres en la sociedad en aquellos años, y ella logró traspasar esa barrera y alcanzar la libertad necesaria para dejar esa huella que el cine recoge y comparte.

*Información extraída de textos de Ricardo Montes, Luis Miguel Pérez Adán, Leonor de Santa Pola, Mateo Santos, BOE (1978) y Archivo fotográfico y documental de Béjar.