Caso imposible, por Esther Hortelano Novas

Caso imposible

 Esther Hortelano Novas (IES Los Albares)-Primer premio en la Categoría 1 (de 4º de ESO a 2º de Bachillerato)            

Grandes masas de personas bailan desesperadamente al ritmo de la música producida por un conjunto de sirenas que cantan en la ciudad, dobles pelirrojas de Ariel cuya voz eres incapaz de olvidar, pues se trata de una voz fuerte y repetitiva, una voz que una vez más te indica que algo no va bien o que una tragedia está por suceder.

1033 eran ya los casos que había tratado e investigado a lo largo de mi vida laboral, entre ellos robos, asesinatos, suicidios y brotes psicóticos. La rutina no es fácil de olvidar, todas las semanas hay un misterio nuevo del que James nos informa. Ser detective no es tarea para débiles, es más bien un conjunto de retos a superar, nunca sabes quién es tu rival o con qué te vas a encontrar.

Mi último caso me estaba dando dolor de cabeza, un asesino en serie suelto por la ciudad, ni siquiera con la ayuda de mis empleados consigo dar con el culpable: siete asesinatos en menos de un mes en uno de los barrios más conocidos y más cercanos a mi vecindario, tres sospechosos, pero ningún indicio de que alguno de ellos sea el asesino. ¿Quién sería tan bueno como para deshacerse de todas las pruebas y no dejar ni rastro de su ADN en los cuerpos en tan poco tiempo? Solo alguien muy inteligente, quizás alguno de los empresarios del barrio, puede que esté intentando quitarse competencia.

Mi mejor empleado James y yo decidimos hacer guardia en el escenario de asesinatos durante las siguientes diez noches, el momento del día en el que se suele cometer el crimen, pero no vemos nada que ayude a la investigación y no se comete ningún otro asesinato durante esos días. Interrogamos a una docena de vecinos además de a los sospechosos y nos aseguramos de que tengan una coartada fiable antes de descartarlos. Sin embargo, ninguno de ellos miente basándonos en las técnicas psicológicas y de expresión corporal que habíamos aprendido en un curso online años atrás. Sin duda, nunca antes habíamos tenido un caso tan difícil de resolver, llegamos a la teoría de que quizás el asesino se escondía para no ser descubierto y que ya no pensaba matar a nadie más. Pasado el tiempo de guardias, decidimos cambiar de roles y descansar, ahora serían otros dos empleados los que harían las guardias, pero esta vez en un par de calles más atrás.

Tras una larga jornada de trabajo buscando información, pistas y releyendo los últimos periódicos, por fin me ducho, me pongo mi pijama y zapatillas de cuadros grises y azules y me siento sobre la cama frente a la mesilla mientras programo el despertador. A la luz del alba me despierta lanzándome un cubo de agua James, que había dormido en la sala de invitados, informando de la muerte de una señora mayor en mi mismo edificio. No me lo puedo creer, había estado casi dos semanas vigilando el movimiento nocturno y justo el día que regresaba a casa volvía a suceder, ¿estaba el asesino espiándome para saber cuándo entrar en acción sin ser pillado? Me levanto corriendo, enciendo la televisión y pongo las noticias mientras bebo rápidamente mi taza matutina de café, aunque sin mi zapatilla derecha, puesto que no la encuentro, seguramente me la habría escondido mi perro Tom.

Como siempre, me dirijo hacia el lugar del crimen con la intención de revisar la zona y el cuerpo antes de que las autoridades se lo lleven. Allí puedo darme cuenta de que todas las víctimas habían sido asesinadas de la misma manera: asfixiadas mientras dormían. Compruebo todos los rincones de la habitación, abriendo incluso los compartimentos del armario en el que la anciana guardaba su ropa interior, ni rastro de pruebas o evidencias, ya van ocho muertos. ¿Quién podría disfrutar de matar a sus vecinos en una ciudad tan pacífica y tranquila como era Lipem?

En un instante lo entiendo todo, tras la puerta de entrada asoma una zapatilla de cuadros grises y azules que contiene la letra R dibujada en una de sus esquinas y es que siempre me habían enseñado que el monstruo duerme bajo la cama, no en ella.

Entonces sonrío irónicamente a mi reflejo en la ventana, “Querido compañero, al final tenían razón aquellos que decían que somos nuestro peor enemigo. Llevaba semanas haciendo lo imposible por destruirte, sin darme cuenta estaba cavando mi propia tumba”.

No podía vivir tranquilo sabiendo lo que había hecho, mi conciencia nunca se vaciará a pesar de saber que el subconsciente era el culpable, así que abro la ventana y vuelo como el héroe que no salva al pueblo o como la mariposa que no encuentra una flor donde parar.

Me ahogo entonces entre ruidosas sirenas que cantan en lo más profundo del mar.