Balance negativo, por Diego J. García Molina

Balance negativo

Se acaba el año amigos y amigas, un año más. El año artificioso que tenemos establecido en el calendario, que no el año natural que se inicia en septiembre, tras el preceptivo descanso estival. Y como se estila en estas fechas, es momento de hacer balance. ¿Estamos mejor o peor que hace un año a nivel global? ¿Qué tal nos ha ido en España? A nivel individual, ¿hemos conseguido los objetivos que nos marcamos hace 360 días? Obviamente, a nivel individual, cada uno tendrá su propia consideración, a unos mejor, a otros peor, a la mayoría, como siempre, tirando. Aunque si es cierto que la pérdida de poder adquisitivo que acumulamos desde hace dos décadas cada vez se nota más debido a la inflación. Con mi sueldo pasa algo extraño, aunque no tanto, si se analizan las causas: sube un poquito el neto, pero poco tiempo después vuelve a bajar, quedándome como estaba. Desde hace casi 15 años estoy cobrando lo mismo. Insisto, sube el bruto, mas el neto continúa invariable. Mal asunto. Quien haga la compra semanal y tenga algo de memoria, también habrá notada como cada vez puede comprar menos con el mismo dinero. Yo no suelo hacer cuentas de este tipo, para no padecer inútilmente, sin embargo, el otro día pasé de euros a pesetas un par de productos, que hacía tiempo que no compraba. Pues bien, un paquete de tabaco cuesta mil pesetas, y una simple bolsa de tostones cien pesetas. El tabaco ha multiplicado por cinco su coste, que no su valor, pero es que los tostones cuestan veinte veces más. Mientras, los salarios, suerte tendrá a quien se le haya doblado desde los tiempos de la peseta. Así son las cosas. Piensen ahora en qué dedican el tiempo, y en qué despilfarran el dinero que nos extraen de forma coercitiva, nuestros amados gobernantes. El balance es poco positivo, por decirlo de alguna manera.

Revisemos ahora la situación internacional. La invasión de Rusia a Ucrania continúa, con poco éxito, la verdad, excepto en la inhumana pérdida de vidas de uno y otro bando. Los pobres rusos, sacrificados en la picadora de carne como ganado, en levas cada vez más exiguas por la falta de relevo a las tropas en el frente. Y los ucranianos, más de lo mismo, soldados de ambos sexos mueren en las batallas, con el añadido de los bombardeos y misiles que recibe también la población civil de forma indiscriminada. Ante la falta de soldados tras la inteligente apertura del frente de Kursk por parte de los ucranianos, Putin ha reclamado ayuda a Corea del Norte, quien ha enviado unos 15.000 soldados. Más el apoyo explícito de China e Irán, por ejemplo, desde el inicio de la guerra. Si le sumamos la ayuda que desde la Unión Europea y Estados Unidos de América estamos prestando a los invadidos, ¿no se parece esto a una guerra global? La tercera en menos de un siglo. Sí, es cierto que nadie quiere nombrarla así, pero, ¿de qué sirve engañarnos? Aunque finalmente se llegue a un acuerdo, el peligro latente seguirá activo hasta que alguien coja el toro por los cuernos y se decida establecer, aunque sea por la fuerza, una paz global. En África guerras, hambre, crueldad por doquier. En Oriente medio, en la cuna de la civilización, llevan ochenta años matándose, alimentando el odio de tal manera que hace prácticamente imposible una paz a corto plazo. Ahora también cae Siria en el caos, como otro estado fallido. Con esa prisión que parece sacada de una película de terror, las fosas comunes, etc. Es difícil saber cuál de las dos situaciones es menos mala. Sucede como en Estados Unidos: a casi nadie le gusta Trump, sin embargo, la otra opción de Kamala Harris asustaba todavía más. El mandato de Biden tampoco es que haya sido para tirar cohetes, quizá es el presidente que peor despedida va a tener desde Nixon en el año 72 del pasado siglo. Y podríamos seguir con Venezuela, Colombia, Cuba, Corea del Sur, en pocos sitios se han llevado alegrías este año, excepto quizá en Argentina.

Con respecto a la situación doméstica, más de lo mismo. El asunto de la corrupción de este gobierno, con tantos frentes abiertos, ha sido tan gradual, como en la paradoja de la rana hervida, que lo hemos asimilado como normal -para ellos, claro. Todavía escuchas a gente sorprenderse de que se investiguen ciertas actuaciones de este gobierno y allegados; sin embargo, tienen que entender que la ley es igual para todos. Cuando se encausó a Urdangarín, el cuñado del rey, casado con una infanta, nadie se esperaba que fuera a ir a la cárcel de verdad. Conociendo nuestro país, muchos pensábamos que, con alguna triquiñuela, al final, eludiría el presidio. No sucedió así, por suerte para nuestro sistema judicial. Por el contrario, otros, como los expresidentes andaluces Chaves y Griñán, se han ido finalmente de rositas, tras torcer el brazo de la justicia desde el politizado Tribunal Constitucional. A estas dos personas se les había condenado justamente, y así lo habían ratificado varias instancias hasta llegar al tribunal supremo. El Constitucional está para otras cosas, y no para enmendarle la plana al máximo poder judicial español. Pero claro, con Conde Pumpido de por medio, el fiscal general de Rodríguez Zapatero, situado en ese cargo político precisamente para solucionar estas situaciones, ¿qué se podía esperar? Resulta que, quienes, entre los ERES y los cursos de formación, malversaron más de 1.500 millones de euros de fondos europeos, no solo se libran injustamente de cumplir sus penas, sino que encima les aplauden en el último congreso del PSOE. No se puede caer más bajo. O si, demos tiempo, cuando una persona del tipo de nuestro presidente se sienta acorralada, podemos esperar cualquier cosa. Además del daño que se está haciendo al sistema democrático, político y judicial que tenemos instaurado en España desde el 78. Si, aquí el balance tampoco puede ser positivo de ninguna manera. Pero bueno, a veces, las malas actuaciones nos sirven para comprender cuál es el buen camino y, quizá, necesitemos tocar fondo para empezar a remontar.