Autosuficientes
En honor a mi compañera de viaje, Ana P., he de decir que no hay nada que afecte más profundamente al modelo económico reinante que alguien se considere autosuficiente y se lo crea, o todo un pueblo: Nirvana de los Montes. Para más señas de 500 habitantes, y se lo crean.
Si el modelo económico se hiciera carne, no cabe la menor duda de que llegada la noticia de autosuficiencia a oídos del pez mediano, produciría en éste un efecto parecido a sentir el corazón en la encía y una rabia tan íntima que mandaría a asesinar a las representantes de la sabiduría ancestral: las gallinas viejas. Matarían a todas las que su séquito encontraran al paso, por recelo, por temor a un posible cambio de paradigma económico y mental y miedo a que la gallina vieja te cuque el ojo y te inyecte una rabia tan honda que parezca que eres inmortal, porque las gallinas viejas no hacen más que observar y tender emboscadas; a la chita callando, pensarían.
No en vano el modelo de inflación subyacente (hecho todo un humano que lleva a su hijos en helicóptero a la escuela privada, con piscina climatizada, para la clases de Religión) sabe que la depresión y el miedo se contagian a la misma velocidad que la alegría, y ha sido fácil que ésta haga acto de presencia los viernes por la tarde, con grandes signos de admiración sobre los cueros cabelludos de millones de personas, de manera falaz y muy relativa, con más corazón que materia gris. Cuando el impulso y la garra mandan, ayudan la anestesia, o el opio, para no sentir las cadenas ni los susurros de la Santa Compaña.
Ahora bien, los seres misteriosos que habitan los mercados, saben que los autosuficientes están con gran parte del cuerpo y de la mente fuera del negocio, y da lo mismo que sea lunes que martes que febrero, que sí, que no, que caiga un chaparrón, para ser razonablemente felices. Esto asusta y activa el botón del pánico de cualquier guardián del modelo que piensa que va a heredar La Tierra y ya con la mirada puesta en Marte y en La Luna. ¿Qué es eso? Un pueblo que tiene un cerezo en flor en su interior y con eso les es suficiente, porque en Nirvana de los Montes se ha procurado consumir lo menos posible del sistema, se cree la necesidad que se cree. Muy al contrario, han consumido mucho más de la fuerza de sus abrazos.
No hace falta sacar las navajas para pinchar y ver la sangre azul de una sanguijuela de barro, que le da lo mismo ver a tu abuela de 90 años en la calle, durmiendo en una cama de matrimonio, después de haberle dejado ‘El Buitre’ las venas llenas de Anís del Mono.
Basta oír: económica circular, cooperación, solidaridad, huella ecológica, bioconstrucción, cultivo sostenible, trueque, red, vecindad, comunidad, o pueblo para que se le lleven los demonios a más de un adicto a la calculadora, a ese que grita a pantallas con números rojos y azules, como si le fuese la vida en ello.
Y yendo más allá, atrévete a defender con mirada trashumante de piernas flacas, que uno o una se pueda alimentar un par de días a la semana respirando sol, escuchando a Joy Division y bebiendo manzanilla. Tomando prestadas las palabras que dijo mi amigo Borja en el congreso económico y social de Gigipollaz City, antes de ser reducido por cinco maromos de cuerpos proteínicos y ser enviado de vuelta al mundo del madrugón innecesario, las pocas ganas de casi nada y la necesidad de todo: “…………………………….”
Parece un ejercicio sencillo la práctica de la autosuficiencia, imitando a otras personas que ya lo hicieron, con su cuerpo y con su alma, haciendo casas a base de barro y cortezas de naranja y limón.
Pero llega la noche, la sensación de pérdida, de vacío, de muros y cuevas frías. La emoción de miedo tras imaginar que llegará la enfermedad, la mirada miope cada vez más cansada, y en ese remolino de soledad y la presencia amenazante de la muerte, vuelves al súper a por sobres de comida preparada con la etiqueta de ecológico, para resguardarte un poco de la culpa y maldecir molinos de viento.
Aflora el mal humor y así caes rulando montaña abajo, para volver a subir, y de nuevo arriba y abajo. En esas, otro viernes cultural (morreando el botellón) que va a pasar más rápido que súper ratón.
Pregunto: ¿Y si no estuvieras sólo como ocurre en Nirvana de los Montes? Allí, a quienes cometen errores, se le recitan bonitas poesías en público, se afianzan sus virtudes y se ensalza a la persona, y si a alguien le da por coger lo que no es suyo, todas las casas del pueblo, abren sus puertas de par en par. Hasta que un día llegó la prensa y animó tanto la fiesta que creyeron los habitantes de Nirvana de los montes que faltaría dinero para un par de besos más, como si fuera mercancía.