Artículillos sueltos de Antonio Balsalobre

Caminar

Después de más de un mes de confinamiento, he vuelto a caminar. En el sentido rousseauniano del término, quiero decir. A mi antojo, como acto placentero, disfrutando de la belleza de un río, el Segura, que fluye y se adentra en el asombroso valle de Ricote. Gozando de la hermosura de un monte, la Atalaya, cuyos caminos tortuosos me llevan entre pinos a Siyâsa, la medina andalusí encaramada sobre la vega ciezana. O dejándome embrujar por el hechizo de un mar de esparto que se pierde en la lejanía. De las actividades vedadas para combatir el coronavirus, quizá sea la que más he echado en falta. La libertad de caminar, de patear, como hacía antes, día tras día, mi prodigiosa geografía más cercana. La mejor forma, sin duda, de caminar también hacia mí mismo.

Casado, el autoestopista

Cuando oigo la palabra “abstención”, me viene ineludiblemente a la memoria una anécdota de mis tiempos mozos. Tras una espera interminable en una carretera alemana, un joven autoestopista vio como de pronto se detenía un flamante Mercedes cuyo conductor lo invitó a subir. Ya en ruta, al comprobar el dueño del coche que el joven era español quiso saber si estaba a favor o en contra de Franco. El joven se quedó perplejo y pensativo. ¿Qué decir para no enfadarlo? “No estoy a favor ni en contra de Franco, en realidad no tengo opinión”, dijo al fin. Al instante, el chófer pisó el freno y detuvo el vehículo. “Haga el favor de salir, le espetó, no me gusta montar en mi coche a nadie que no tenga opinión”. Casado se abstuvo el pasado miércoles en la votación parlamentaria sobre la prórroga del estado de alarma. Nada más y nada menos. No tiene opinión sobre un asunto de esa naturaleza. Yo no sé ustedes, pero yo bajaría a este autoestopista de este coche.

Oposición “propositiva”

Dijo el martes Éduard Philippe, primer ministro francés (de derechas, no lo olvidemos): “Nadie puede predecir a día de hoy el verano y el otoño que tendremos”. ¿Nadie? Eso será en Francia, porque aquí la oposición (de derechas, tampoco conviene olvidarlo), que sí sabe lo que va a pasar, le pide al gobierno una hoja de ruta tan exhaustiva como infalible. Y como no se la dan, dicen ellos, pues se cabrean y se echan al monte. Tampoco lo deben tener muy claro en Portugal los antagonistas (también de derechas) de Costa porque desde que empezó la pandemia no han hecho otra cosa que apoyar a su ejecutivo. O los opositores del otro lado de los Pirineos, entre ellos Melenchón (de origen murciano, por cierto, y de izquierdas, de algo así como Unidas-Podemos) que descarta la “oposición frontal” con el gobierno y apuesta por una oposición “propositiva”. ¿Propositiva? ¡Bah! Tonterías.

Murcia-Madrid

Con el mismo gobierno al frente del Estado, el de Sánchez, unas comunidades presentan cifras de fallecidos por coronavirus menos dramáticas que otras. En un extremo podría estar Murcia y Canarias; en el otro, Madrid y Cataluña. Algo parecido ocurre en Francia, en EEUU y en muchos otros países. ¿A qué se debe este desajuste entre unos territorios y otros? Primero a que el Covid-19 no parece entender de patrias, estados o naciones. Segundo, que a falta de mayores certezas, algunas conjeturas pueden valer: mayor contaminación, mayor trasiego turístico, mayor edad de la población, clima más idóneo para el virus… El tiempo y los epistemólogos lo dirán. Mientras tanto, cada uno se apunta a lo que más le conviene. Con el mismo gobierno central, y las mismas directrices para toda España, Miras se atribuye aquí un “presunto” éxito y Ayuso se sacude en Madrid un “certero” fracaso, endilgándoselo, claro está, a Sánchez. Pues bien. Vale.

 

 

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