De las palabras a la acción
A estas alturas, 142 países y la Santa Sede ya han reconocido al Estado Palestino. El pasado martes lo hicieron Noruega, Irlanda y España. No entiendo, por tanto, a qué se debe tanto alboroto por parte israelí. Después del horrendo ataque terrorista de Hamás y la ofensiva militar de Netanyahu, con visos de genocidio, con sus 34.000 muertos, 70.000 heridos y un millón de desplazados palestinos, la solución de los dos estados se hace más necesaria que nunca. La única, probablemente, que podrá traer algún atisbo de paz. Se impone, pues, pasar de “las palabras a la acción”. Por coherencia y justicia. Se equivocan, estoy convencido, quienes puedan considerar que está decisión se toma contra Israel o contra los judíos. Si algún rescoldo de antisemitismo queda en este país es el que se deriva de aquella proclama franquista del “contubernio judeo-masónico-comunista” contra España, que no sé si siguen abrazando sus seguidores. Y poco más. Entre tanto, la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional pide la detención de Netanyahu y tres dirigentes de Hamás. De la retórica parece que estamos pasando a los hechos
Lo que he visto
Hay que tener retranca y sentido del humor para llamarse a sí mismo: “tonto llovido del cielo”, “mal pollito colipavo”, “grillo tomatero”, o “tontaina tonto del higo”. Que es lo que hizo Rafael Alberti a finales de los años 20 del siglo pasado cuando el mundo se asomaba al abismo de la modernidad. La tendencia ahora es más bien otra. A insuflarse aires de grandeza. A subirse a un carro tirado por cuatro caballos un Viernes Santo, como López Miras, disfrazado de emperador Teodosio I ‘El Grande’ y llevar cara de tomarse por él. A rugir, cual Milei, como un león desaforado y perturbado y creerse el rey de la selva. Y no sigo por falta de espacio. Hay que aceptar de algún modo, viene a decir el mítico Robe, el músico extremeño ex de Extremoduro, en la prensa de ayer, que cualquier chaval haga una canción y tenga más escuchas por un día en las plataformas, “no que yo con mi último disco, sino que yo en toda mi vida”. Así son las cosas. Yo me quedo con el magnífico poemario Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos del poeta gaditano. Un libro que, por cierto, vuelve con cierta frecuencia a mi mesilla de noche.
¿Para qué?
No estuve, obviamente, en la manifestación contra la amnistía y contra Sánchez convocada por el PP el pasado domingo en Madrid, primer acto de campaña de esta formación para las elecciones europeas. Me entero, pues, de lo que ocurrió allí por las crónicas periodísticas. De las que saco tres anécdotas evocadoras. La primera, que a la hora que debía empezar el acto, a las doce, la Plaza de la Independencia estaba medio llena (o medio vacía, según se mire). Y que media hora después, cuando dieron comienzo los mítines, seguía sin llenarse. Visiblemente contrariada, cuentan, una señora asistente no dudó en echarle la culpa de esta desafección al “solazo de mierda” que hacía. También tuvo suerte en eso Sánchez. La segunda: el regocijo con que fue recibida Isabel Ayuso, convertida en rockstar, y la palpable e indisimulada estampida de parte del público cuando acabó su intervención y dio paso a Núñez Feijóo. Ah, y la tercera. A dos semanas de las elecciones europeas, Dolors Monserrat, la cabeza de lista del PP estaba allí pero no tomó la palabra. ¿Para qué?