Dónde se mete Casado
Que el pasado sábado hubiera once misas en toda España en honor a Franco y que Casado viniera a caer en una de ellas ya es mala suerte. Aunque para ser precisos, no sabemos si fue buena o mala la dicha porque el aludido sigue sin pronunciarse al respecto. Quien sí ha manifestado su satisfacción ha sido la fundación Francisco Franco, que le ha agradecido públicamente haber acudido a la misa. El quid de la cuestión es saber si fue al templo donde se homenajeaba al dictador a sabiendas o “inadvertidamente”. Yo tengo mi teoría al respecto. Pese a lo que digan algunos malintencionados, yo creo que anda tan absorto y confuso con la que se le ha venido encima tras la embestida de Ayuso que ya no sabe, como en la canción, si viene o va, si sube o baja, si entra o sale. O sea, que por no saber, ya no sabe ni dónde se mete.
Rosas y pan blanco
Moustaki declaró en una de sus canciones “el estado de felicidad permanente”. Algo que ya había proclamado en nuestro país, por cierto, aunque como objetivo, la Constitución de Cádiz en 1812, en su artículo 13. Y lo hizo porque en su opinión “el sufrimiento es sacrílego cuando hay para todos rosas y pan blanco”. No puede uno dejar de glorificar estas declaraciones tan utópicas, pero tan humanitarias y fraternales al mismo tiempo, cuando se cruza con cifras tan desestabilizadoras como las que ofrece por ejemplo OXFAM. Esas que indican que 2.153 multimillonarios poseen más riqueza que 4.600 millones de personas en el mundo. Y lo peor de todo es que esta desigualdad económica está fuera de control. Contraprogramando a Moustaki, parece como si algunos —aun habiendo rosas y pan blanco para todos— se hubieran propuesto decretar el estado de iniquidad permanente.
En ciertas ocasiones
No cabía otra. Aun así alivia que se haga justicia. Tanto más cuanto ésta se hace sancionando a quien tiene la facultad de administrarla y decide hacerlo de forma indigna y torticera, como es el caso del ya ex magistrado Salvador Alba. Era de esperar, por lo tanto, que el Supremo confirmara la sentencia de seis años y medio de cárcel para este juez que conspiró contra la exdiputada de Podemos Victoria Rosell. Como Dreyfus en su día, esta exparlamentaria ha sido víctima en plena democracia de un ensañamiento judicial obsceno. Probado ha quedado que Alba maniobró para perjudicarla y alimentar una querella contra ella sin reparar en prevaricar, delinquir o falsificar documentos públicos. Era de esperar, decía, por obvia, esta confirmación de sentencia, y aun así reconforta, pues no siempre en nuestro sistema judicial se cumplen las más elementales expectativas. Cierta justicia española de reminiscencia franquista nunca ha abandonado su sesgo corporativista y endogámico. Y a la vista ha quedado en ciertas ocasiones.
Planeta comunitario
Empezábamos a creer que pronto nos olvidaríamos del puñetero virus pero hay señales que indican que no va a ser tan fácil. Empezábamos a celebrar que con la vacuna lo estábamos doblegando, y así era, hasta que ha aparecido, dicen, una nueva variante, ómicron, muy «preocupante», y de la que se conocen muy pocos datos, justo ahora en que nos encontramos en vísperas de fiestas. Una variante que proviene, y no es casualidad, de países con bajas coberturas de vacunación. Bélgica ya ha detectado su primer caso. Los demás estamos en ascuas. El problema radica, según parece, en que los países “ricos” fuimos tan codiciosos acaparando vacunas que dejamos a los demás desabastecidos. El eterno “sálveme yo aunque perezca el mundo”, que tampoco aquí sirve de mucho. Tanto más cuanto que, lo queramos o no, en este planeta comunitario en que vivimos, cada día que pasa estamos más interconectados y globalizados.