Antonio Balsalobre y su cuaderno de Opinión

El juez y las urnas

No seré yo -¡Dios me libre!- quien diga que el anuncio de la citación de la esposa del presidente a cinco días de las elecciones era una maniobra político-judicial del juez Juan Carlos Peinado para influir en el resultado electoral del pasado domingo. ¿Por qué habría tenido que esperar el magistrado a que pasaran los comicios? No seamos tiquismiquis. ¿Acaso no le bastaban unos recortes de prensa y la querella presentada por el grupo ultra Manos Limpias para justificar esa urgencia? Tampoco se me ocurriría reprocharle -¡Hasta ahí podríamos llegar!- que no le hubiera pedido el informe correspondiente a la Fiscalía ni tenido en cuenta los informes de la investigación solicitada por él mismo a la Guardia Civil, que concluyen que no hay indicio alguno de delito en la actuación de la investigada. ¡Minucias!

Me dice mi otro yo que me estoy pasando, que estoy abusando de la ironía y la preterición. Tal vez, le contesto.  Pero para ironía y preterición la de ese juez de Madrid cuando afirmó que hacía “todo” eso para evitar una «estigmatización infundada» de Begoña Gómez. Ah,  por si no lo recuerdan, preterición es una figura literaria que consiste en decir las cosas afirmando que no se dicen.

Libre, justa y fraternal

“¿Acaso no hemos aprendido nada?”, se preguntaba en portada la semana pasada una prestigiosa revista alemana con fondo de cruz gamada amenazante. En sus distintas vertientes, es ésta la pregunta que se hacen muchos demócratas europeos. Huelga recordar que la Unión Europa nació con la vocación de superar las rivalidades nacionales y ciertos desvaríos patrióticos (“patrioteros”, sería más adecuado decir), causantes de decenas de millones de muertos en las guerras del siglo XX. De ahí que cunda ahora, tras los comicios, una gran preocupación al disponerse las instituciones europeas a incorporar a “batallones” enteros de diputados contrarios a estos principios. Era de esperar, inmersos en este ambiente de profunda inquietad, que en la campaña electoral que acaba de terminar se hablara de Europa. Del porvenir de Europa, de cómo queremos esa Europa. De los retos a los que, como europeos, nos enfrentamos. No ha sido así. Algunos sabrán por qué. “Un voto para la historia. El más importante de los últimos cuarentas años”, clamaba otro prestigioso periódico francés. No dejé de pensar en ello el pasado domingo mientras votaba. Porque sigo suscribiendo, cómo no, aquella certera idea, expresada por el gran Victor Hugo, de crear una Europa libre, justa y fraternal.

Ni con esas

“Tu voto es la respuesta”, clamaba el eslogan del PP con fondo de manifestación masiva contra Sánchez en su cartel electoral. Pues bien, ya conocen el veredicto de las urnas. Lo resumiré: Feijóo gana en la photofinish por 22 a 20 escaños. No vendrá, por lo tanto, el fin de lo que la derecha llama despectivamente el sanchismo por el resultado de estas elecciones. Una vez más, Feijóo empezó como nunca y terminó como siempre. Con perspectivas de goleada en los prolegómenos y desconcierto en los minutos finales del partido. No se le dan bien las campañas electorales, dicen. Y eso que tenía el viento a favor. La supuesta “traición” de la ley de amnistía, la imputación de Begoña Gómez, el empujón de última hora del juez Peinado… Ni con esas. En realidad, Feijóo ha vuelto a perder contras sus propias expectativas. Fiándolo todo al antisanchismo, sin que importe si las elecciones son de carácter autonómico, nacional o europeo. Fracasado el asedio por KO, el líder de la oposición se conforma ahora con cocer al presidente del Gobierno “a fuego lento”. ¡Cuidado! Porque para eso se necesita tiempo. ¿Lo tendrá Feijóo?