Antonio Balsalobre y su cuaderno de articulillos sueltos

Delirante

El Embajador Moro de 2020 por la comparsa Moros Musulmanes Escorpiones ya había advertido que el “boato” iba a ser «especial» este año, y vaya que lo ha sido. Vergonzosa, obscena, indecentemente especial. Francisco Marcos, conocido empresario de Orihuela, apareció sentado en una poltrona, porteado por 48 personas de origen subsahariano. El delirio de grandeza o megalomanía suele ser una patología asociada al poder, un trastorno del pensamiento por el que se percibe la realidad profundamente alterada. Si a esto se le añade una percepción estratificada y racista de la sociedad, el cóctel del desvarío está servido. Han sido muchos, afortunadamente, los oriolanos que han reaccionado ante esta tropelía. Vergüenza ajena produce que barbaridades de este tipo se sigan presenciando en unas fiestas que se autodenominan populares. Los motivos que indujeron a estos porteadores a aceptar tamaña humillación nos los podemos imaginar.  Pero en ningún caso se merecían esa bajeza.

Otra mirada al agua

Amanece. La mar está serena. Ante mí, por el este, emerge de las aguas, en un horizonte arrebolado, un sol fiero. Todavía queda en el azul despejado del cielo el espectro blanquecino de la luna y de alguna estrella rezagada. Anclados a poco menos de una milla de la playa, tres buques mercantes esperan su entrada escalonada a puerto. Me desperezo a esta hora temprana de la mañana antes de sentarme a la mesa de terraza que hace las veces de escritorio. Sobre su superficie blanca de resina, en medio, el ordenador; a la izquierda, la novela Gran sol, de Aldecoa, acabada; a la derecha Buena mar, de Antonio Lucas, recién iniciada. Ambas están ambientadas en el caladero de Gran Sol, uno de los más peligrosos del mundo, en cuyas terribles aguas faenan arrastreros españoles. Contemplo mi Mediterráneo veraniego en calma antes de trasladarme al crudo e inclemente Atlántico. Y mira por donde, la ficción me aporta otra mirada del agua.

El rayo verde

A las 21:15 horas se esconde el sol, entre palmeras y cúpulas moriscas de casas blancas, por el horizonte. Es el momento del último baño del día en el mar, probablemente, junto al de la mañana temprano, el más placentero. De reojo, para evitar el deslumbramiento, mientras guardan el equilibrio en el agua y se dejan mecer por las olas, algunos bañistas contemplan cómo la lejanía se traga, entre arreboles que inflaman el azul del cielo, al astro rey. Como en la novela de Julio Verne, yo también espero que en el último instante, antes de su desaparición, el sol emita su último rayo, y que éste sea, inusual, excepcionalmente, verde. Llevo esperando mucho tiempo y en distintos mares que esto ocurra. Pero no desespero.

Antes que nada

“No dice nunca nada pero se nota que piensa tonterías”. La frase es de Jules Renard, escritor francés al que Gómez de la Serna citó como inspirador de sus greguerías. ​No creo, sinceramente, que Feijoo forme parte de ese elenco, pero tampoco lo descartaría del todo. Por lo menos, en esos arranques que tiene después de largos silencios. El del otro día volvió a ser antológico. Fueron unos segundos hablando de Cataluña que dejaron estupefacto a más de uno. Puede que incluso hasta el mismo Rajoy. Cito: “Necesitamos a Cataluña… todos los españoles que somos catalanes con independencia de dónde vivamos, igual que los catalanes son gallegos y andaluces, vivan donde vivan”. Puestos a loar, me quedo con el arrebato lírico de Yúfera, aquel político independiente por Mazarrón durante la Transición. Vuelvo a citar: “Somos miembros de nuestra localidad y de esta región, pero antes que mazarroneros somos murcianos; antes que murcianos, españoles, y antes que nada, humanos del planeta Tierra”. No me digan que a este último no se le entiende mejor.

 

 

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