Antonio Balsalobre y su cuaderno de articulillos independientes

Indiferentes

“Asesinado por la indiferencia”, titula un amigo del fotógrafo René Robert su muerte. Inconsciente, tras sufrir una caída, Robert murió de frío en una calle concurrida de París sin que nadie se parara a interesarse por él y socorrerlo. A lo largo de su vida, Robert captó como pocos la hondura descarnada del flamenco en unas fotografías en blanco y negro que ahora se han hecho virales. Le atraían, según confesó, “la fuerza, el descaro de estos artistas, su forma de expresar la tragedia, el dolor y el sufrimiento”. No sé por qué pero me da que aquella madrugada del 24 de enero, tendido en el suelo, pero desde otras latitudes, René Robert se anduvo recreando en captar en blanco y negro, con cierto desdén, los rostros vacuos o ensimismados de quienes pasaban a su lado, indiferentes, mientras agonizaba en el último acto de su propia tragedia. No llegarán nunca a nosotros esas fotografías, pero podemos imaginárnoslas. Incluso puede que en alguna de ellas aparezca alguno de nosotros.

Semana “horribilis”

El gobierno de López Miras, que se levantó con palos y cañas tras la fallida moción de censura (los palos son los expulsados de Vox y las cañas los tránsfugas de Ciudadanos) está siendo azotado estos últimos días por vientos huracanados que ya veremos si no lo desarman. Veamos algunos de los más virulentos. Detención y cese del director de Carreteras por corrupción. Presunta implicación de miembros del PP y Nuevas Generaciones en el asalto al Pleno del Ayuntamiento de Lorca. Lío en la Consejería de Educación, cuya titular se encontraría al borde de tirar la toalla, lo que puede suponer una clara amenaza para la mayoría que sustenta al Ejecutivo regional. Y por si fuera poco, a finales de mes se espera la visita de un grupo de eurodiputados que viene a conocer de primera mano la situación del Mar Menor, a lo que evidentemente Miras se opone. Lo dicho, una semana pavorosa.

El dedo de los dioses

El pasado jueves por la mañana, Hefesto, Deméter y otros dioses y diosas griegos adscritos al Ministerio de Trabajo del Olimpo siguieron por televisión, no sin cierta preocupación, el debate parlamentario previo a la votación de la Reforma laboral. Se indignaron ante la irresponsabilidad de Rufián, que dejaba tirados a los trabajadores, y advirtieron en la mirada de los dos diputados de UPN la traición que tramaban para tumbar la ley pese a que seguían afirmando sin rubor que la apoyarían. A eso de las cinco y media de la tarde, Hefesto y Deméter (o Vulcano y Ceres si lo prefieren) decidieron, como les está permitido a los dioses cuando los humanos se enfrascan en batallas estériles y esperpénticas, tomar cartas en el asunto. Uno abandonó su fragua, la otra sus campos, y se dejaron caer por Madrid. Y buscando algún eslabón débil en la cadena del bando de la conspiración lo encontraron en un diputado chiripitifláutico al que, no se sabe si con unos chupitos o con un brebaje de amapola real, obnubilaron. Y así fue como se “equivocó” Casares. Como creyendo ir al “no” fue a “sí”. Fue, a decir verdad, un acto de justicia divina. Si “la mano de Dios” le valió a Maradona una Copa del Mundo de fútbol, más justo ha sido que “el dedo de los dioses” que se posó aquella tarde sobre el teclado del ordenador de Casares les haya valido a los currantes una Reforma laboral que mejora sus condiciones de trabajo.

 

 

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