Antonio Balsalobre opina sobre las encuestas electorales

Las encuestas, encuestan son

En este mar turbulento de la política, en que cada cual tira sus tristes redes para pescar votos propios y ajenos, las encuestas sirven para indicar tendencias pero yo no iría más allá. Y menos si son de Tezanos y su CIS, que, anunciando victorias tan abultadas, más que un “testaferro” del gobierno parece ser su peor enemigo. Está bien que se entreviste a 16.194 personas para afinar esas tendencias, pero lo que tenga que ser lo sentenciará como siempre la gran masa de indecisos que no deciden su voto hasta última hora (41,6 % al día de hoy, según el CIS). Estos son los que determinarán si este país se inclina, tras una política de pactos ineludible, por una derecha tricefálica o por una izquierda por definir. Porque este próximo 28 de abril será todo menos un día cualquiera de elecciones. Habrá gobierno reaccionario si la derecha confirma su pacto a la andaluza, con una vuelta a la España en blanco y negro; o ejecutivo progresista si la izquierda consigue articular un pacto de gobierno a la portuguesa por primera vez en la democracia postfranquista. También cabe, es verdad, una tercera vía, un pacto PSOE-Ciudadanos, que ahora parece improbable, pero que yo no descartaría, así de antemano.

Nadie lo tiene fácil, ciertamente, en este “naufragio competitivo”, en que muchos no llegarán a puerto y tendrán que pagar políticamente por ello. Ni Casado, que ha pasado de la amoralidad a la inmoralidad, del cinismo al impudor, agitando unas soflamas y unas manos que más que blancas son trileras. Ni Rivera que empieza a ser el vivo retrato de la insoportable levedad del ser. Estancado, inconsistente, y hasta con un punto de inmadurez política. Tampoco Sánchez, resistente de manual, pero no infalible, que parece que gobierna mejor, como en las últimas semanas de viernes sociales, bajo la presión del tiempo que se acaba. Ni, por supuesto, Iglesias, que además de seguir cantando los versos de una hermosa epopeya, la del 20-M, debería tomar nota de Errejón y aterrizar de una vez por todas en el campo de la competencia virtuosa entre fuerzas de izquierda, que hoy por hoy, es lo único que puede permitir articular gobiernos progresistas.

Quien más debe andarse con cuidado en este mar oceánico y agitado es la izquierda, cuyo electorado potencial es quizá el más exigente y el que más se desmoviliza ante determinadas incoherencias. De ahí que, mientras PSOE y Unidas Podemos intentan hablar de justicia y avances sociales, PP, Cs y Vox buscan neutralizar ese discurso poniendo hasta la saciedad el foco en Cataluña. “Si hay un gobierno socialista no habrá independencia en Catalunya, no habrá referéndum y no se quebrará la Constitución”, ha respondido con contundencia Pedro Sánchez. Y no era para menos.

Destacado en las encuestas (no sólo en las de Tezanos) y con la derecha dividida, Sánchez parece haber emprendido una campaña de perfil bajo con el fin de evitar riesgos. Lo mismo que hizo Susana Díaz, con el resultado que ya conocemos. Es verdad que la situación no es comparable. Entonces el electorado progresista no veía a Vox como un riesgo real. Y ahora sí. Sea como sea, cuidado con el exceso de confianza y, sobre todo, con las encuestas, que, como ya se sabe, encuestas son.

 

 

 

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