Año nuevo, vida nueva, según Diego J. García Molina

Año nuevo, vida nueva

Por fin estrenamos el nuevo año, dejando atrás este 2022 donde terminaron casi todas las restricciones pandémicas, aunque algunas todavía continúan, lamentablemente. Hay un dicho que afirma “año nuevo, vida nueva”, y así como en el artículo anterior animaba a aprovechar este cambio de año para “reiniciarnos”, no es menos cierto que cuesta, y hay que ser muy disciplinado para poder hacerlo, ya que el día 2 de enero nos damos cuenta de que volvemos a la rutina habitual de nuestra existencia, o más bien supervivencia, y nada ha cambiado por un simple paréntesis festivo y/o vacacional. Nuestros problemas siguen ahí y no queda más remedio que armarnos de valor y determinación para afrontarlos con energías renovadas. Con el curso político sucede algo parecido, los mismos problemas continúan esperándonos, algunos de ellos agravados. Este año, además, viene fuerte de acontecimientos, con elecciones autonómicas y municipales en mayo, y generales en diciembre (si no hay adelanto electoral), con España en la presidencia de turno de la Unión Europea, y ambas cámaras, congreso y senado, disueltas desde octubre. Una tormenta perfecta donde van a converger diferentes cursos de acontecimientos comenzados algunos hace años, como el proceso secesionista de Cataluña, con los nacionalistas más envalentonados que nunca y el gobierno dispuesto a continuar proporcionando a sus socios cualquier petición. De ahí ese ahínco en meter con calzador en el tribunal constitucional a jueces dispuestos a todo con tal de complacer a quien les promociona, como Juan Carlos Campo, ministro hasta hace unos meses, quien firmó los indultos a los condenados nacionalistas, o Laura Díez, ex alto cargo de Moncloa y asesora en la reforma de aquel inconstitucional Estatuto de Cataluña. Ya se pueden hacer una idea de la tarea encomendada.

Lo que se otea en el horizonte no es otra cosa que un referéndum de autodeterminación para Cataluña y País Vasco, como los mismos nacionalistas no se cansan de proclamar, reventando la estrategia de disimulo y hechos consumados de los socialistas. De ahí que sea requisito imprescindible el control de este tribunal, para que otorgue carta de validez a lo que la Constitución no permite. Y es que el tiempo apremia y las cosas de palacio van despacio. Han pasado cuatro años y los objetivos no están cumplidos, hay que darse prisa pues los augurios no son muy favorables a la coalición de partidos de izquierda, extrema izquierda, nacionalistas de derechas, nacionalistas de izquierdas y partidos regionalistas definida por el desparecido Alfredo Pérez Rubalcaba como Gobierno Frankenstein. Por cierto, un recuerdo con todo el respeto para Nicolás Redondo, quien falleció la semana pasada a los 95 años; un histórico del sindicato UGT quien si defendió los derechos de los trabajadores, ya fuera durante el franquismo, cuando fue detenido más de cinco veces, o en democracia, cuando fue capaz de convocar (junto a CCOO) tres huelgas generales al gobierno socialista de Felipe González, a diferencia de los sindicatos de clase actuales donde todo es sumisión ante el gobierno a pesar de que las condiciones laborales y el poder adquisitivo de los trabajadores cada vez se deteriora más y más. Al final, los trabajadores, excepto los incondicionales a unas siglas, cuando ven que un sindicato o un partido no realiza el trabajo que se le supone, pues busca otro; como muestra, por ejemplo, los resultados en las elecciones sindicales del profesorado en Murcia, de 63 miembros de la Junta de Personal Docente UGT no ha conseguido ningún delegado y CCOO solo 12.

No obstante, el descontento no se puede ocultar por siempre, y las protestas se le pueden acumular al gobierno; por ejemplo, el gobierno nacionalista catalán tiene convocada una huelga de médicos y profesores a finales de enero hartos de los continuos recortes y promesas incumplidas en sanidad y educación; por supuesto, no secundadas por UGT y CCOO (de momento). Además, varias asociaciones han convocado una protesta contra el gobierno el día 21 enero en la Plaza de Cibeles de Madrid, con la veterana política ex socialista y fundadora de Unión, Progreso y Democracia (UPYD) Rosa Díez promocionándola. La verdad que el panorama no es halagüeño para las expectativas del sanchismo: en las últimas elecciones autonómicas celebradas, en Galicia mayoría absoluta para el PP por cuarta vez consecutiva, en Andalucía también mayoría absoluta del PP, por primera vez en aquella región, en Castilla y León también consiguieron el año pasado mayoría la suma de PP y Vox, y en Madrid, el triunfo de Isabel Díaz Ayuso fue tan abrumador que no necesitó ni el apoyo de Vox para gobernar; quedando además en todos estos territorios Ciudadanos eliminado de cualquier maniobra para ayudar al PSOE a alcanzar el poder (así fue como se propició el adelanto electoral en varias de ellas). Con el añadido de que Podemos ha dejado de ser una incertidumbre para convertirse en una realidad: gobernando son peores todavía, como han demostrado con sus leyes ideológicas que no han contentado a nadie (ley del sí es si, con suelta de violadores y reducción de penas, ley trans, con el feminismo histórico en contra, incluido el socialista, y ley animalista, sin ningún consenso con los implicados), lo que supone una bajada en intención de voto. Tampoco es que el PSOE se esté cubriendo de gloria, como consecuencia de la reforma en el código penal de la malversación, exigencia de sus socios secesionistas condenados por dicha ley, ya se están empezando otros delincuentes a ver reducidas sus penas, como por ejemplo el caso Acuamed. Es decir, que nos espera un año largo en el plano político, intenso, emocionante, como en un combate de boxeo, el PSOE defiende título, y aunque empiecen a fallarle las fuerzas, aguantará abrazándose a su adversario hasta el último asalto, intentando una victoria ajustada a los puntos en el último segundo. Hagan acopio de palomitas, Sánchez se atreve con todo.