Todas las semanas nuestros lectores y lectoras pueden disfrutar de la sección La mirada de Tete Lucas, donde el célebre fotógrafo local lleva a cabo un análisis de las mejores fotografías que ha realizado de la localidad
Tete Lukas
En el año 2010 el Instituto del Patrimonio Cultural de España digitalizó miles de negativos de cristal y fotografías, tomadas entre 1857 y 1960, y puestas a disposición del público en su página web, de entre las que se encontraba el archivo del fotógrafo francés Jean Laurent (1816-1886) y su compañía Laurent y Cía.
Fueron los amigos del Club Atalaya quienes dieron a conocer en el pueblo las tres fotografías que se conservan de Cieza de 1871(en realidad son cuatro, pero una de ellas es la repetición de la primera toma sin mover la cámara), firmadas por Laurent y Cía. en un completo artículo publicado en su revista TrasCieza, a quienes agradezco, y en especial a mi amiga María Cano, quien me cedió los archivos tiff originales para mi proyecto de coloreado digital de estas increíbles imágenes.
Laurent comenzó su carrera fotografía en 1856, abriendo un estudio en Madrid especializado en retrato, pero pronto comenzó a salir del estudio, realizando panorámicas de ciudades, fotografías de obras públicas y reproducciones de obras de arte. Pronto adquirió gran fama por la calidad de sus imágenes, llegando incluso a ser el fotógrafo oficial de la reina Isabel II entre 1861 y 1868, dotándole ello de gran prestigio.
Además de su estudio en Madrid, Laurent abrió otro en Paris, donde vendía imágenes contra reembolso de ciudades y monumentos de toda la geografía española. Tal fue su éxito que tuvo que contratar a varios colaboradores, los cuales, gracias al desarrollo del ferrocarril, viajaron por toda España realizando fotografías panorámicas de multitud de ciudades, cuyas copias se vendían bajo la firma de Laurent y Cía. Estos colaboradores fueron José Martínez Sánchez, Luis Perrochón, Alfonso Roswag y Julio Ainaud.
Solemos atribuir las tres imágenes de Cieza a Jean Laurent, pero nuevos estudios han clarificado que fueron tomadas por Julio Ainaud, quien, entre los años 1870 y 1872, recorrió todo el Levante español tomando imágenes panorámicas desde Murcia hasta Barcelona.
Lo primero que me llamó la atención, cuando vi las imágenes por primera vez, fue la gran calidad y nitidez de las mismas. Esto era posible gracias al gran tamaño de las placas de cristal utilizas con medidas de 27×36 cm y algunas incluso de 27×60 cm.
El proceso de sensibilización de estas placas era conocido como “Coloidon húmedo”. Este proceso consistía en cubrir la placa de cristal con una capa uniforme de colodión (nitrato de celulosa disuelto en alcohol y éter) para después sumergirla en una solución sensibilizadora de nitrato de plata. La placa, aún húmeda, se exponía en la cámara, se revelaba, se fijaba inmediatamente y se dejaba secar. Todo el proceso se hacía en unos pocos minutos; por ello, los fotógrafos debían llevar consigo el laboratorio. Laurent y sus ayudantes llevaban un pequeño carro con ruedas que hacía las veces de cuarto oscuro.
De la placa de cristal se podían sacar todas las copias que se deseara a través del método denominado “copia a la albúmina”. La albúmina es una proteína soluble en agua, presente en la clara del huevo y que se combinaba con otros productos como el cloruro de amonio. El preparado con clara de huevo se aplicaba al papel. Una vez seco, el papel se introducía en una solución de nitrato de plata y se dejaba secar nuevamente. El papel, así sensibilizado, se ponía en contacto con un negativo en una prensa y se exponía a la luz del sol varios minutos, hasta que la imagen tuviese la intensidad deseada. Finalmente, se fijaba con una solución de tiosulfato de sodio.
Debemos considerarnos afortunados, porque estos pioneros de la fotografía pasaran por Cieza y nos dejasen estos documentos gráficos de gran valor histórico para nuestro pueblo. Consciente de ello, me propuse colorear estas imágenes, primero por el mero placer de hacerlo, pero también para ofrecer al observador una nueva experiencia visual, reduciendo la brecha entre la historia y la vida moderna, acortando la distancia en el tiempo que transmiten las imágenes antiguas en blanco y negro.
Quizás a ustedes les pase como a mí cuando observan imágenes antiguas y una extraña sensación recorre su cuerpo, una especie de nostalgia por una época no vivida y que jamás regresará, pero sienten la necesidad de viajar, aunque sea por un momento, a aquella época y ver sus paisajes y sus gentes.
La anemoia es un término relativamente moderno que alude a este sentimiento. Fue incluida por primera vez por John Koenig en su Diccionario de Dolores Oscuros y, aunque es una palabra que no está aceptada por los diccionarios oficiales, su difusión en Internet y, sobre todo, en redes sociales está popularizando su uso. La palabra se forma a partir del griego antiguo ánemos (viento) y del vocablo vóos (mente), aludiendo a la anemosis: “a deformación de un árbol por un viento fuerte que hace que este parezca doblarse hacia atrás”.
Paz y amor.