Allí nos veremos
Ya tenía decidido el propósito de este artículo cuando el gobierno de Pedro Sánchez-Pérez Castejón ha sufrido otro merecido revés. Y no se trata del procesamiento del hermano del presidente por prevaricación y tráfico de influencias, más los que puedan acompañarle, ya que él es solo el beneficiario. Hubo quien pidió que se cometiera el delito, y quién obedeció y lo perpetró; tan culpables, o más, que el “querido hermanito”, como así le llamaba el asesor de Moncloa también a un paso del banquillo. Me refería al inaudito y todavía, casi dos días después, inexplicado, por parte de sus responsables, apagón eléctrico total en toda España, exceptuando las islas. Insólito y excepcional porque, que yo sepa, nunca antes había sucedido en nuestro país, e inexplicado porque todavía no se han dignado a aclararnos las causas de este desastre. Supongo que porque les deja como lo que son: unos perfectos inútiles en lo que respecta a la gestión y el gobierno de un país. A la falta de inversión se une la inexperiencia y ceguera ideológica de unos dirigentes solo centrados en conservar el poder a toda costa. ¿Qué más nos puede pasar? En todo caso, no, no era esta la inspiración de este breve escrito, al cual iba a titular “El final”, sin embargo, sería un encabezamiento inexacto, dado que, como dice la canción, la “muerte no es el final”.
La intención de tratar esta amarga cuestión es debido a mi reciente relación con tres experiencias relacionadas con la parca Átropos y el signo zodiacal que produce escalofríos en las personas con tan solo pronunciar su nombre. La primera vino de improviso, en Jueves Santo. Una compañera había fallecido. Llegó de súbito, así, sin anestesia, por mensaje, sin imaginar tener ni una mínima sospecha. No podía creer que fuera ella, teníamos la misma edad. De hecho, estuve pensando un rato quien podría ser del claustro, incluso si era alguna profesora, ya jubilada, y que daban el aviso para los compañeros que la conocieron. Pero no, si era ella. Recordé la última conversación que habíamos tenido. Una conversación banal, sin importancia, una tontería que quería decirle, no obstante, si no lo hubiera hecho, ahora me reconcomería por dentro. Descanse en paz. Una buena persona; qué pesadumbre, tan joven. La segunda llegó pocos días después: un compañero de departamento, menor que yo, me cuenta que ha recaído de su enfermedad y le tienen que dar tratamiento. En principio, según me dice, no es grave, aunque con este mal nunca puedes estar seguro. En ese momento me quedé pensando en que cuando van las cosas bien te olvidas, tan solo por un instante, de que eres mortal. No piensas en lo efímero de la vida y que cada paso que das te acerca más a la muerte. ¿Qué sería de nuestra vida si razonáramos siempre así? Supongo que de ahí viene ese intento de alejar la partida final de nuestros pensamientos.
El tercer infortunio acaeció este pasado fin de semana. Es decir, los tres en menos de diez días. Un familiar, enfermo, pero aparentemente recuperado de esta terrible plaga, nos había dejado. De avanzada edad, todavía amaba la vida con fruición. ¿Qué decir en estos momentos? Con el añadido, en este caso, de arrepentirme de no haberlo visitado para verlo una última vez. La verdad que me produce cierto desasosiego al ser consciente de que ya nunca podrás hacerlo, no hay más oportunidades. Es por ello que debemos tomar estas situaciones como un revulsivo. La muerte es parte de la vida, y así debemos aceptarlo. Es parte del camino que debemos recorrer y, por lo tanto, es necesario aceptarlo y abrazar la existencia de la que disfrutamos, si no con alegría, al menos si con la satisfacción de disfrutar de un regalo por un tiempo limitado. Vivamos la vida, vivamos el momento. No perdamos la oportunidad de pasar tiempo con familiares y amigos, quien sabe si habrá otra ocasión para hacerlo; al menos en este mundo. Porque como decía, no es el final, tiene que haber algo más, debe haberlo. En la otra vida nos volveremos a encontrar, y allí no faltará tiempo, tendremos toda la eternidad por delante. “Este mundo es el camino\ para el otro, que es morada\ sin pesar; \mas cumple tener buen tino \para andar esta jornada\ sin errar.”