Abrir el cajón de mierda, según María Bernal

Abrir el cajón de mierda

Semana mediática esta que ha pasado de la cada vez más decadente prensa del corazón

con el tema de “los presuntos malos tratos”, que Rocío Carrasco ha empezado a hacer públicos a través de un programa que le va a soltar, supuestamente, cerca de un millón y medio de euros, según los periodistas del entorno. Una miniserie que le va a dejar a Mediaset un beneficio que roza los tres millones de euros, según escuché hace unos días en la radio.

Es decir, todos “con el cinturón bien apretado” y un discurso bastante guionizado, a pesar de la candescencia que desprende un asunto tan susceptible como es este y que atormenta también a tantas víctimas, que no tienen la posibilidad de lucrarse de la misma manera que ella.

A mí este tema me preocupa. Primero, como persona y después, como mujer. Opinar con propiedad jurídica, conciencia y con el atenuante de dos hijos que, de forma voluntaria decidieron irse a vivir con su padre, sería la manera más igualitaria de afrontar esta situación. Sin embargo, no se ha hecho así: ni cuando él iba de plató en plató, aprovechándose de con quién había estado casado, ni ahora que ella está actuando de la misma manera que él.

Vamos a opinar recordando que la presunción de inocencia es ese principio jurídico penal capaz de proteger a todos los ciudadanos hasta que no se demuestre lo contrario. Y no es que esté defendiendo al demandado, pero tampoco voy a victimizar a una persona que, contrato en mano y pliego de condiciones por delante (“a mí que no me entreviste nadie, que si no, no me siento en el sofá”), decide confiar su testimonio a un plató de televisión, porque la justicia no le ha dado la razón en ningún momento, a pesar de varios intentos.

Y es que, si tiramos de hemeroteca, no hay una sentencia firme de por medio que juzgue al ex marido de la protagonista, Antonio David Flores, como autor de los hechos que ella, a través de la historia de “Contar la verdad para no morir”  ha decidido hacer públicos de la manera más ególatra y despreciable que un ser humano puede emplear: por una cifra exacerbada de dinero. La persona que se va a quitar la vida, no lo airea; la persona que ha sido víctima de malos tratos no se sienta en un plató, sino en el banquillo de un juzgado y en la más estricta intimidad.

Y el caso es que ella lo hizo. Recordemos que en 2017, Rocío Carrasco diseñó y ejecutó una macrodemanda para acusar a su ex de malos tratos. Ahora bien, ¿qué sucedió? Que la justicia la desestimó y archivó el caso por dudar de la demandante, ya que declaraba casi diecisiete años después de los supuestos episodios de violencia sin pruebas evidentes que culpabilizaran al padre de sus hijos.

Yo, ignorante de la jurisprudencia, apelo a los profesionales de la justicia: ¿Cómo se pueden demostrar ciertas acusaciones diecisiete años después? ¿Cómo debemos interpretar los telespectadores este testimonio? ¿Es lícito que haya personas que estén acusándolo de “maltratador” si la justicia dictaminó justo lo contrario?

El caso es que desde la ministra de igualdad, pasando por los propios compañeros de Antonio David y la cadena, que lo ha despedido, hasta llegar a famosos como Paz Vega, se está llevando a cabo un agravio sin precedentes sólidos y simplemente porque una persona que no parece haberse preocupado por otros asuntos firmase un contrato. Y es que esa manera de llorar y de hiperventilar sirvió como espectáculo para atraer a la audiencia. ¿Se han parado a pensar en que todo fuera una farsa?

Quizás, la versión de ella sea la real; que Antonio David cargue con todo el peso de la ley; quizás, sea él el que lleva razón, que Rocío  pague las consecuencias; pero está claro que el veredicto final no depende ni de nosotros, ni de una cadena de televisión en la que algunos de los presentadores, como Carlota Corredera, están actuando como auténticos inquisidores.

Abrir el cajón de mierda de esta forma es, veinte años después y sin pruebas que evidencien las palabras de Rocío es una prueba de que no siempre se cuenta la verdad.

Abrir el cajón de mierda para desembolsar más de un millón de euros es la mayor razón para pensar que lo único que mueve al ser humano en esta sociedad es el más puro y codiciado interés. ¡Ojalá esté equivocada!

 

 

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