Abanicos, por María Bernal

Abanicos 

Parece ser que cada vez más el cambio climático está haciendo estragos en nuestro planeta. Según los expertos, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera provoca una retención de calor, y contra los fenómenos naturales es muy complicado luchar.

Quizá estas olas de calor que estamos sufriendo año tras año ya se producirían en otro momento que o no vivimos o no recordamos. Pero como el pasado es historia, lo que ahora nos atañe es este presente tan abrasador que nos toca vivir y que tan perjudicial resulta para la salud de todas las personas, especialmente, para las de las personas vulnerables que siempre se llevan lo peor de cada actuación.

Todos somos víctimas, de una manera o de otra, y hay entornos cerrados que pueden ser remediados, como el de la situación en las aulas de los centros educativos. Difícilmente se puede aclimatar un espacio al aire libre; fácilmente sí puede hacerse en un lugar cerrado que concentra, hora tras hora, a un grupo elevado de personas donde la ventilación es mínima y en la mayoría de los casos inexistente. Esto ocurre en un colegio o en un instituto, pero no en los edificios públicos de la administración, que tan refrigerados están. Pero claro, esto supone abrir las arcas públicas, con más telarañas que aceite en las bisagras, y hacer una inversión, esa acción que tanto irrita a nuestro gobierno regional, máxime cuando se trata de sectores públicos como el de educación y sanidad, que tan abandonados tiene, porque total, nadie se queja y de esta ignorancia y del poco afán de reivindicar se aprovechan.

El calor en las aulas es un riesgo muy preocupante para la salud pública. Entre las burradas que se cometen en educación en esta región, no podemos dejar en el tintero, la de meter a treinta personas en un aula de escasos 20 metros cuadrados que en los meses de mayo y junio se convierte en un horno en ebullición, y entre el calor asfixiante y la efervescencia propia de la edad adolescente de los muchachos, la situación se convierte en ese escenario en el que, hipérboles aparte, sale fuego de la tierra.

Nadie es conocedor del reto de los docentes. Ahora resulta que entre las miles de competencias que nos han atribuido y que no venían en nuestro manual, está también la de confeccionar un entorno de resilencia y apafuegos frente a los efectos devastadores del calor en las aulas, que influyen negativamente en la función cognitiva de los alumnos: falta de memoria momentánea, bloqueo y obstaculización en la toma de decisiones complejas. Y mientras se suda la gota, hay que intentar explicar entre abanicos hechos de papel que más que aportar la brisa necesaria para seguir, distraen tras el fuerte aleteo que intentan imitar treinta personas al mismo tiempo.

Y una vez más, sorprende el pasotismo incomprensible de muchos de los padres de este sistema educativo, esos a los que el infarto de miocardio solo les acecha cuando viene un puente o las miles de vacaciones que tienen los docentes, los que juzgan  lo a gusto que viven las personas que enseñan a sus hijos y a esos a los que les da igual que sus hijos se cuezan durante seis horas, demostrando una vez más la metáfora que para muchos suponen colegios e institutos: la de los aparcamientos de sus hijos durante la mañana sin darle la importancia del sentido común que supone la educación. Si los padres denunciaran estas situaciones en los respectivos sindicatos, como lo hacen con los memes que tergiversan la realidad y que circulan por la red que tanto les preocupa a la sociedad actual, quizás sus hijos disfrutarían de una educación pública de calidad.

Murcia suspende una vez más, y desde hace muchos años, en la inversión para dotar a los centros públicos de los recursos vitales que necesitan, no solo aire o ventiladores, sino de otros recursos que nos ayudan a progresar. Desde un despacho con el aire acondicionado a 23 grados, donde no molestan ni las camisas ni las chaquetas de manga larga, que tanto les gustan llevar bien abotonadas, todo se gestiona muy bien. No tienen ni la más remota idea de lo que se puede llegar a padecer en ese intento de explicar, de mantener la calma y de tener que responder a 30 preguntas al mismo tiempo.

Sigamos consintiéndole a esa comunidad autónoma el vapuleo que llevan entre manos. Mientras no nos quejemos con nombre y apellidos de las condiciones casi infrahumanas que tenemos en muchos centros, ellos seguirán teniendo dinero para pagar las caras facturas de luz de sus señoriales edificios.