20 relatos para la esperanza

ENTREVISTA

Rosa Campos recorre ‘Las calles que vendrán’ en su nuevo libro

Miriam Salinas Guirao

Leer a Rosa Campos suena a canción de primavera. Las letras de su último trabajo sirven para cocer a fuego lento el aprendizaje de una vida. Rosa Campos Gómez (Calasparra) es licenciada en Historia del Arte (UMU) y ha realizado el Curso de Educación Literaria y Comunicación Intercultural (UNED).  Reside en Cieza, donde trabaja impartiendo clases de dibujo, pintura, texto e ilustración, y escribiendo.  Forma parte del Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd y es socia del Instituto de Gestores y Programadores Culturales de la Región de Murcia.

‘Las calles que vendrán’ es su último libro publicado, un canto a la esperanza que indaga en pilares básicos del desarrollo humano. Su último trabajo se implica en el desarrollo de elementos que ya se habían dejado ver en otras obras suyas como Cruzar el Río (Ed. Tres Columnas). Rosa teje, con la delicadeza de un trazo suave, lo mágico, lo humano y lo grotesco, pero jamás olvida la esencia de un interior esperanzado que siempre se deja relucir, hasta en los relatos más grises.

El feminismo, el bien común, el cuidado del medio ambiente, el humanismo, y la cultura que se genera para hacer realidad estos conceptos, forman la motivación fundamental de su trabajo. Y no los olvida en ninguna de sus muestras. Un ejemplo de su compromiso figura en este diario, pues en su sección sobre mujeres creadoras indaga en las voces dispares que han configurado la cultura, las artes y las ciencias. Rosa, además, ha impartido diferentes conferencias como: ‘La expansiva creatividad de Maruja Mallo’, ‘La memoria del Ayer’ y ‘Arte y feminismo en Santa Teresa’. También ha realizado exposiciones individuales y colectivas, e ilustrado diferentes textos literarios. Coordina Cultura de Notas y escribe en su blog personal (Palabras en imagen). Ha recibido, entre otros, el primer premio ex aequo III Memorial Mariano Camacho de Investigación por ‘Las pinturas del Paseo de Cieza’ y se le ha concedido el III Galardón 8 de marzo, por su labor por la igualdad dentro de la cultura.

La ilustración la ha hecho la autora Rosa Campos y la maquetación Sara Alarcón. El prólogo es de Miriam Cano Motos, quien explica que hay relatos de 2008 y los últimos de 2020, aunque se percibe en los doce años la esperanza, como figura vehicular. La obra está disponible en la librería Ugarit en Cieza y la autora atenderá cualquier petición en el correo rcg.siembra@gmail.com

Rosa ha creado un universo amable, no por eso falto de dificultades, un respiro final en medio de una calle parada. Veinte relatos escritos como un soplo de esperanza que nacerá en las calles, donde todo puede ocurrir.

Pregunta: Vamos a comenzar destripando algunos relatos. En ‘Tienda de barrio’, como en ‘Ya’ los localismos se mezclan con el mundo digital. ¿Cómo se construye la globalidad con los detalles diarios de las vidas en los pueblos? ¿Hay esperanza para la España vacía?

Respuesta: Lo local más lo digital permite unir. Estar en cualquier parte y a la vez seguir respirando la riqueza local, infravalorada durante siglos. Parece que lo de la capital es más: las grandes capitales, de cualquier país o continente, poseían privilegios, estaban en la cúspide, pero ha vuelto la demanda de riqueza natural, la riqueza de los pueblos, comunicación más cercana. Todo lo que hay a través de la historia de cualquier pueblo, la ayuda entre los vecinos. Los sentimientos en los pueblos se dan más, se está más al alcance de la mano.  Siempre hay alguien en un pueblo que te va a ayudar, lo creo así. Hay de todo, pero esa parte buena y noble está arraigada y no se pierde. Es gente que conoce la vida, que la regeneran, y podemos encontrarla en ´Tienda de barrio´. También se perfila en el relato la gravedad del cambio climático y las pequeñas cosas que se pueden hacer. El compromiso de la conciencia que no se duerma. Una playa se forma con granos de arena que vamos aportando. En ‘Ya’, trato algo que me preocupa: los migrantes, los exiliados que no pueden vivir y van buscando un espacio, una sociedad que los acoja. Tenemos los pueblos de esa España vaciada que podría acoger tanto… Ellos parten de una realidad trágica y buscan soluciones.  Y a través del relato se plantea una solución: los lugares vacíos  se desertizan, se pierden, se queda una tierra seca que se muere de ganas por dar de comer y de acoger, y hay gente pasando hambre y necesitada de amparo. Qué sinsentido y cuánto miedo hay a abrir puertas.

P: En ‘El deseo de cumpleaños’ se percibe un anhelo compartido en el soplar de las velas. ¿Estamos cambiando debido a la pandemia?

R:Es posible cualquier cosa, esto es muy fuerte. Quizá no se vea en un principio, pero quizá sí, sobre todo en lo relacionado con el contacto, echamos de menos el estar con los otros. Si no nos cuidamos, con las pandemias que nos vengan acabaremos como en una sociedad metálica, sin calidez. Perder el contacto nos hace daño. Cuando nos encontramos con otros aprendemos. Me enseñan los demás. Si solamente nos tenemos con las tecnologías: ni abrazos ni caricias ni ternura… perdemos mucho. Por eso es prioritario impulsar a un cambio en los cuidados, desde el medio ambiente hasta nosotros mismos.

P: En ‘Obstrucción callejera’ hay una metáfora precisa. Un dinosaurio bloquea el paso. La abogada feminista no puede evitar sentirse vencida por un momento. ¿Qué supone el relato de igualdad en tus obras?

R: El feminismo es imprescindible. Tenemos que trabajarlo. Hay quien se ofende, incluso te rechazan si abiertamente dices ‘soy feminista’, que curioso, porque la igualdad no sé a quién puede ofender.

Los dinosaurios son grandes, y los ha habido a lo largo de la historia, desde los filósofos, hasta ilustres literatos. Lo que creo que ocurres es que en sus esquemas preconcebidos cuestionarse no cabe, les cuesta romper con esa desigualdad. Suelen cruzarse, como en el relato, por algunas callejuelas, entonces hay que tomar otras vías, y las avenidas son grandes y luminosas, allí siempre hay sitio. Hay que seguir avanzando, hay que creer en las capacidades. Es imprescindible hacerlo juntas, reuniéndonos, con sororidad.

Pregunta: “No contaron con el flanco poético respondón de las calles virtuales, por lo que se desveló su entelequia” se puede leer en ‘Árboles talados que retoñan’. “Para la libertad me desprendo a balazos de los que han revolcado su estatua por el lodo. Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, de mi casa, de todo. Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada”, ¿puede la poesía curar el espanto?

Respuesta: Sí. Puede y con rotundidad lo digo. Hay que tener esa apertura, leer poesía es entrar en esa fase de ternura que tiene el ser humano, que no está disponible siempre, pero una vez que empieza y se abre, la poesía nos ocupa como medicina. Fíjate, aunque sea poesía en prosa. Leer algo y que te llegue es pura magia. Los poemas te calan sin necesidad de artificios, es algo más allá de la voz. La palabra tiene poder sanador y desde la poesía más.

P: Rosa, ¿cómo serán ‘Las calles que vendrán’?

R: Las que hagamos nosotros, somos totalmente responsables y tenemos que estar ahí, al quite. En las calles es donde nos encontramos y crecemos, donde se dan caricias, hasta con la mirada. Tenemos que llenarnos de todo lo que nos nutre y así serán las calles. La responsabilidad está en nosotros, la naturaleza nos da todo lo bueno que vemos en ellas: la tierra,  los arboles, el cielo… Nos queda construirnos en ese espacio común que son las calles sin olvidar el valor de todo eso. No se debería quedar nada estancado o sin renovar, la cultura no puede dormir.

 

 

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